En un reciente viaje a Cantabria, caminaba por las calles de Santander recordando viejos tiempos, señalando los lugares conocidos: en aquella calle estaba nuestro piso de estudiantes, en esa otra estaba instalada la cabina de teléfono desde la que llamábamos a casa, en aquel bar nos tomábamos unas rabas y luego nos íbamos de marcha…
Mientras nos sentábamos a tomar un helado en una de las cafeterías del Paseo Pereda, hice una foto con el móvil y leí un par de mensajes en el Whatsapp. Entonces me vino a la mente la idea para esta entrada. Me llegó en forma de pregunta: ¿qué tecnologías he ido utilizando a lo largo de los años para comunicarme desde mi paso por la Universidad aquí en Santander?
Antes de empezar a desglosarlas, me gustaría introducir el concepto de persona hiperconectada, es decir, a través de la tecnología actual podemos estar localizados las 24 horas del día por diferentes métodos y situaciones. Una persona hiperconectada será aquella que posee un teléfono inteligente, capaz no solo de recibir y enviar llamadas y ejecutar múltiples aplicaciones, y que cuando está delante de un PC, lo usa para comunicarse a través del correo electrónico, programas de mensajería instantánea como Whatsapp (en su versión web) o vía redes sociales.
Sí, habéis acertado. Estoy hiperconectado. Pero, ¿cómo he ido llegando a esta situación?
No voy a entrar a analizar el modo en que han ido cambiando con el tiempo los distintos hábitos sociales de uso del teléfono móvil, ni la tendencia convergente hacia Internet de todo tipo de servicios, el número de terminales y líneas móviles per cápita, etc. Como siempre quiero dar mi visión personal, seguramente muy sesgada hacia un contexto temporal, económico y social concreto que no sirva para ser representativo.
El teléfono fijo
A mi llegada a Santander, Telefónica era la única empresa de Telecomunicaciones existente en España. Aparte de las cartas, era el método más habitual que se usaba en las casas para comunicarse. Recuerdo que mis tíos habían comprado walkie-talkies más o menos buenos para comunicarse mientras llindiaben. Cuando se cansaron de ellos por la falta de cobertura, nos los regalaron a mi hermana y a mí. Estuve jugando con ellos una semana o así. Solo hablé con dos o tres personas de mi pueblo, aficionados con mejores equipos que el mío, y que contaban sus experiencias de diálogos con gente de otros continentes y camioneros.
El teléfono fijo era el medio habitual para quedar con los amigos si no habías quedado previamente. Servía también para llamar a la radio y pedir una canción, participar en algún concurso o hablar con los parientes que vivían lejos. En casa se consideraba un servicio caro y de lujo, que solo había que utilizar para cosas importantes.
El mundo digital no existía en la calle. Las conexiones de datos solo se podían encontrar en grandes corporaciones, bancos o redes troncales de las telecos. De cara al usuario final, estábamos inmersos en un mundo de telecomunicaciones mayoritariamente analógicas y con una oferta limitada y cara.
Redes de ordenadores y la primera web
Vi por primera vez una red de ordenadores en el laboratorio de Microelectrónica de la UNICAN. Había unas 10 estaciones de trabajo conectadas en red. No recuerdo el fabricante, pero sí que tenían entre todas 2 Gigabytes de almacenamiento en disco duro, lo que nos parecía una capacidad imposible de llenar. Como sistema operativo corrían Unix y el sistema de ventanas nos parecía alucinante. Allí fue donde vi por primera vez una página web con el navegador Mosaic. Se trataba de una página web de una universidad estadounidense. Allí también vi el primer Mac, que se usaba para crear trabajos con el editor Emacs.
Comenzaban a aparecer también las primeras BBS. Los PCs que teníamos eran la segunda generación que había llegado a España con Windows 3.11. Se había reducido el tamaño de la disquetera y los Amstrad, Spectrum y Commodore ya habían quedado obsoletos. Nos intercambiábamos programas y archivos en disquetes que almacenaban 1,44 Mbytes cada uno. La suite de ofimática que arrasaba era Microsoft Works.
Los primeros accesos a Internet
En Sotrondio, a finales de los 80 podías tener ya un PC y conectarte a Internet a la escalofriante velocidad de 33600 bps. Para ello necesitabas un módem externo o bien uno de tarjeta PCI. Por aquel entonces, si no querías gastar demasiados duros en productos IBM, tenías que ir a ordenadores clónicos. Mucha gente era capaz de cacharrear en sus equipos, abrirlos, sacar módulos e instalar nuevos que les diesen más memoria o añadir otro disco duro. Eran tiempos de aprendizaje a toda costa.
La primera vez que tecleé una URL en un navegador no entendí porqué era obligatorio escribir «http://». Pensaba que el servicio estaba relacionado con el nombre del servidor. Por ejemplo «www.orviz.net», sería el servidor web, «ftp.orviz.net» sería el servicio de FTP, etc. Creía que aquellas letras y símbolos tendrían algún significado oculto o místico, solo alcanzable para los iniciados o programadores.
La llegada de la telefonía móvil
Los primeros teléfonos móviles se habían dejado ver en las películas, donde traficantes de drogas y ejecutivos eran sus usuarios habituales. A los mortales nos llegaron con Moviline, la empresa pionera de Telefónica que había desplegado sus primeras antenas para móviles. Su tecnología analógica hacía muy fácil de espiar las llamadas. Pasaron un par de años hasta que adquirí mi primer móvil. Un Alcatel One Touch Easy amarillo. Estamos ya a finales de los 90.
Hasta que la adopción de la telefonía móvil no fue masiva, los SMS eran gratuitos, incluso Airtel ofrecía la posibilidad de enviarlos gratis desde su web. Aparte de esto, recuerdo que había muy poca cobertura y que las baterías duraban eones, comparadas con las actuales.
En esa época pre-teléfono-inteligente, los Nokia comenzaban a hacerse famosos y las Blackberry eran el mejor producto del mercado: disponían de correo electrónico vía GPRS. Muy cotizados por empresarios. También eran símbolo de estatus social.
La fiebre del chat y las punto com
Comenzaba la fiebre del «chat«. Únicamente desde tu PC y con tu conexión a Internet, podías acceder a salas de conversación en modo texto, nada de enviar imágenes u otro tipo de archivos. Microsoft Messenger arrasaba. En España teníamos nuestro humilde IRC-Hispano. Las empresas y medios de comunicación, se hacían eco de vez en cuando de estos nuevos métodos de comunicación, pero ni en sueños imaginaban integrarlos como parte de sus programas de tv o radio.
Las tecnologías de transferencia de datos P2P no despegarían hasta que las redes de banda ancha se popularizasen. La línea de par de cobre de toda la vida, por donde habíamos visto circular nuestros pequeños bits a tasas de transferencia tan bajas, se descubrían ahora como el canuto por el que íbamos a recibir toda la información del mundo. Tener una web de éxito te encumbraba a la cima de los negocios. Entonces vino la burbuja de las punto com.
MySpace: aquel monstruito pionero
MySpace fue la primera red social que triunfó. Su diseño era horroroso y nunca fui capaz de engancharme. Más que nada por no encontrar contenidos que me interesasen. Muchas bandas de rock vieron una puerta de entrada hacia sus fans allí. Si no eras músico y no tenías MySpace no eras nadie. El MP3 comenzaba a enseñar la patita. Podías intentar enviarle tu tono de móvil favorito a tu novia o amigo previo pago del carísimo MMS.
Y después el mundo móvil
Apple revolucionó el mundo móvil con su iPhone. No sé porqué razón soy el único en apuntar que lo que realmente hicieron fue añadirle una tarjeta SIM a su iPod. Mi amigo Imanol me enseñó su iPod en 2007 y de aquella ya venía con Wifi y el aspecto que ya todos tenemos en mente cuando vemos un producto Apple. Ese mismo cacharro (no nos olvidemos que era táctil, una auténtica revolución entonces), con su tienda apple de aplicaciones, su tienda de música y sus contactos, al que añadireon una SIM y botones para llamar, lo comercializaron unos meses después. Había nacido el iPhone.
El éxito fue rotundo.El resto de fabricantes se vieron obligados a descartar sus sistemas operativos e ir a Android, buscar reinventarse como Blackberry o echar el cierre como Nokia.
Con nuevos teléfonos capaces de ejecutar aplicaciones, ya casi como miniordenadores, con más tasa de transferencia en las conexiones de datos asociadas a nuestras líneas móviles, los servicios de mensajería instantánea sacaron pecho. WhatsApp arrasó en España, clavando la última punta en el ataúd de los SMS.
Hasta aquí podemos leer
La historia reciente no os la voy a contar porque ya la sabéis. Si seguís el mundo de las tecnologías de la comunicación, os daréis cuenta de que está en permanente cambio. Nuevas velocidades, nuevos servicios, nuevas aplicaciones en nuestros teléfonos móviles…
Me he dejado muchos temas en el tintero. No he hablado nada de los pasos que ha ido dando la Administración Pública para facilitar servicios a los ciudadanos: declaración de la renta, cita previa, etc. Tampoco he tocado el mundo de las compras por Internet o los GPS. Y seguro que me dejo muchísimas. Con esta entrada del blog quizá os ayude a recordar cómo hacíamos las cosas antes o en qué manera ha cambiado mi vida o mis hábitos con las nuevas tecnologáis. ¿Seguís comprando libros o habéis descartado ya le papel?
Mientras termino de escribir estas líneas, repaso las herramientas de trabajo a mi disposición que pone la empresa en la que trabajo:
- Ordenador portátil con Wifi. Interfaz de red Gigabit Ethernet. 150 GB de disco.
- Correo electrónico con gestión de calendario y tareas.
- Suite ofimática MS Office.
- Teléfono fijo.
- Teléfono móvil Android.
- Comunicaciones de empresa: directorio corporativo, gestión de línea fija, chat y colaboración web
Todo un arsenal de elementos informáticos que hace 30 años no estaban al alcance de nadie.
¿Hay algo que os gustaría destacar de vuestra experiencia con la tecnología y los medios de comunicación? ¿Os sentís hiperconectados?
Espero vuestros comentarios.
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